domingo, 24 de julio de 2011

La Soledad en la Psicoterapia Existencial, Jaime Sánchez (2001)


La Soledad es una situación fundamental de la vida humana, sin embargo es mucho y poco lo que se puede decir acerca de la soledad entendida no como concepto, sino como experiencia, pues al encararla nos enfrentamos a la paradoja de lo incomunicable, uniéndonos a Rilke,"las cosas no son tangibles ni tan susceptibles de ser descritas como suele hacérsenos creer. La mayor parte de lo que ocurre es inexpresable, se consuma en un espacio en el que jamás a penetrado palabra alguna...”

Desde la psicoterapia existencial se dice que la soledad es una condición inherente a la existencia, de forma que no se reduce a la ausencia de compañía o la sensación de sentirse sólo con respecto a los demás. Lejos de ello, la soledad nos “acompaña” en todas y cada una de las vivencias cotidianas de nuestro ser. Sólo que ella es enmascarada a través de los afanes propios de una cultura que nos ha enseñado que “estar solo no es bueno” desde Adán hasta hoy.

La soledad es el nicho de la experiencia y el corazón mismo de la existencia que busca conocerse a sí misma. Ya en esto coincidía Romero (1999) cuando indicaba que una de las cualidades fundamentales de aquel que desea ofrecer una relación de ayuda en psicoterapia debe partir primero de un básico conocimiento de sí mismo, es por esto que plantea la necesidad típica de un proceso terapéutico previo para quien desee dedicarse a ofrecer este tipo de servicio. En palabras de Shakespeare en su novela Hamlet: “Conocer bien a una persona es conocerse a sí mismo”.

De allí se desprende el hecho de que la experiencia básica del encuentro interpersonal y su misma compenetración posible, derive del autoconocimiento. En una palabra sólo es posible conocer al otro si yo he emprendido tal tarea con relación a mí mismo, ó como comentaron los terapeutas guestálticos, “sólo se puede hablar de unión cuando dos individualidades conservan sus límites al acercarse, pues si los límites no se conservan, no tiene sentido hablar de unión sino de una sola cosa”.

Tal paradoja fue enfrentada por el propio Rilke al ofrecerle a Kappus una descripción sugerente acerca del proceso mismo de escribir, y al compartirle los habituales errores que se cometen al presumir que la inspiración y lo verdaderamente poético, se halla en el criterio de las revistas, los editores ó los críticos. “Usted mira hacia fuera y es, precisamente, lo que no debe hacer de ahora en más. Nadie puede aconsejarle ni ayudarle. Nadie. Sólo hay un recurso: vuelva sobre sí mismo. Indague cual es la causa que lo mueve a escribir; examine si ella expande sus raíces en lo más profundo de su corazón. Confiésese a sí mismo si moriría en el supuesto caso de que le fuera vedado escribir.”

De ésta manera Rilke insta a la necesidad de volver sobre sí mismo en el proceso creativo, sin pensar que necesariamente haya que “pedir permiso” al otro para juzgar que es preciso escribir, aunque paradójicamente se escriba en el fondo, no para uno solamente, sino para mostrar lo escrito.

En una palabra, si bien hay que volver sobre sí mismo para escribir lo verdaderamente poético, estableciendo contacto con las entrañas, con el sentir, con la vivencia misma, esto se hace en ultima instancia para escribir bien y ser bien leído.

La psicoterapia existencial siempre han privilegiado el tema de la soledad y su necesidad para el encuentro mismo. De hecho el mismo procedimiento fenomenológico, típico en la psicoterapia existencial a la hora de conocer y comprender el mundo del paciente, plantea ésta misma paradoja, desde que el mismo Husserl recomendaba a la epojé ó reducción fenomenológica como el método que por excelencia nos permitiría conocer y acercarnos cada vez más a la experiencia del otro. Sin embargo Husserl mismo reconoció que la gran enseñanza de la fenomenologia y propiamente de la reducción eidética como él la llamó, es que nunca es posible alcanzar una reducción completa.

En otras palabras, es desde la óptica husserliana imposible acceder a la experiencia subjetiva del otro de una manera absoluta, por lo cual cada reducción es sólo un acercamiento que hace patente la imposibilidad misma de un acercamiento absoluto.

Rilke lo dijo bellamente cuando recomendaba a Kappus que, en algún momento al parecer, denunció melancólicamente la sensación de sentirse distante de los demás y de sentirse incomprendido: “Pues dice usted que los que están cerca están lejos; y esto demuestra que empieza a haber amplitud a su alrededor. Y si esa cercanía es lejana, entonces su lejanía ya linda con las estrellas y es casi infinita. Regocíjese por su crecimiento; por supuesto, no puede llevar consigo a nadie; sea bondadoso con los que se rezagan y permanezca seguro de usted mismo y sereno frente a ellos. No los atormente con sus dudas y no los intimide con su confianza o gozo; no podrían comprenderle”.

¿Cuál es pues, el propósito mismo de la psicoterapia en ésta situación?

La psicoterapia existencial ofrece al sujeto la realidad cruda de su soledad inevitable, la cual lejos de ser una terrible condena es quizás lo único que tenemos y que nos permite conservar la sensación de existir, al abrirnos la posibilidad de constatarlo a través de la inmediatez. Una inmediatez que difícilmente se podría compartir, dado que el lenguaje por ser mediación, es ya un distanciamiento que difícilmente hace posible conservar las cosas tal como fueron vividas al momento de decirlas.

En otras palabras sólo la experiencia indecible de la soledad, ofrece a nuestra existencia la posibilidad de sentirnos vivos en la inmensidad de nuestro solitario esfuerzo por vivir diariamente. Nadie podría establecer un balance o proporción de cómo ha de vivirse la vida ajena, por lo cual la fenomenologia no sólo permite abordar, a través de acercamientos progresivos, la experiencia subjetiva, sino que su más grande enseñanza es quizás el hecho de que nos permite reconocer que las condiciones y formas de relación hombre – mundo que el otro establece, significando su vivencia de forma peculiar, por más comprensible que pueda ser, sigue y seguirá siendo una relación que sólo ha podido vivirse por y a través de esa existencia.

Como insistía Rilke, “Y si volvemos a referirnos a la soledad, deviene cada vez más claro que ella, en el fondo, no es algo que podamos escoger o no aceptar. Somos solitarios. Uno puede ilusionarse y hacer como si no fuera así. No más que eso. Pero cuanto mejor es reconocer que somos solitarios; aún más: partir de ello. Ciertamente sucederá entonces que experimentaremos un vértigo, pues todos los puntos en que nuestra mirada solía descansar, se habrán ido; nada habría de cercano, y todo lo lejano estaría infinitamente lejos.”

BIBLIOGRAFÍA
RILKE, Rainer M. Cartas a un Joven Poeta. Buenos Aires: Ediciones Errepar – Longseller. 2000
ROMERO, Emilio. Neogenesis: El desarrollo personal mediante la Psicoterapia. Sao Paulo: Nuevos Horizontes Editora. 1999
DE SOUZA, Rui. El Método Fenomenológico en las Ciencias Humanas. Sao Paulo: SOBRAPHE. 2000

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